Y así, de repente, se le desataron los monstruos… No estaban invitados ni eran parte del plan, pero durante el proceso de Oro negro, primera parte de una trilogía que continúa hoy con The Common Ground y cerrará en un futuro con Carnaval, la coreografía misma se los reclamó a Poliana Lima, su autora, que sin tenerlos previstos ni en cuenta, creyó que tenían derecho y los dejó pasar. Con dientes de bruja, diabólicos ojos totalmente negros y movimientos lascivos se plantó en el escenario. Pero tampoco hay que confundirse. No quería el efecto botes con taquicardia que buscan las películas de terror al uso. Su intención era retar al espectador en sus miedos. “¿Qué es lo que da miedo? ¿La lengua, lo negro, el culo, la mujer, lo sexual? Aquí hice de espejo para encarnar lo que ha sido demonizado. Como bailarina aprendí mucho de esto en Oro negro, sobre todo de lo que el público ve o quiere ver en mí”, reflexiona ahora la coreógrafa.
En realidad, quería hablarnos de lo fantasmagórico que hay en la otredad, de la percepción monstruosa que a veces tenemos de los otros, de la distorsión que vemos cuando no nos gusta nuestro cuerpo. Aunque novedosos en su trabajo, son asuntos que entroncan con preocupaciones artísticas de muy vieja data alrededor de la identidad, un tema predilecto, presente en prácticamente la totalidad de su catálogo coreográfico. Mujer, artista, latinoamericana, inmigrante… son realidades que han alimentado la ficción de la coreógrafa brasilera, que va avanzando en su imaginario.
Y ya se sabe. Cuando abres la puerta a los monstruos, después resulta muy difícil hacer que se vayan. Como es habitual en sus procesos, Poliana Lima primero ha filtrado y experimentado en su propio cuerpo las ideas para luego expandirlas y contagiarlas en obras corales que dirige. Oro negro fue, entonces, autoexploración y origen de esta nueva investigación y The Common Ground, que no es una continuación ni una secuela, disemina estas ideas ya aprehendidas en los cuerpos de los bailarines. Intencionadamente son personalidades artísticas de muy variad procedencia, portadores de otras culturas, con cuerpos muy distintos y dueños de muy diversos monstruos.
Por lo demás, Poliana Lima, va reincidiendo con una serie de colaboradores que pasan por habituales, como Javier Cuevas en la dramaturgia, o nuevos, como Cube.bz en la iluminación. Tiene un poco que ver con el arraigo y con una necesidad lícita, la de reafirmarse como artista en el contexto de la creación madrileña, con ser una artista de aquí y no la coreógrafa que llegó de Brasil. Es otra faceta del asunto de la identidad, que pasa primero por su vida y se cuela inevitablemente en sus creaciones, ese listado largo de obras entre las que destacan títulos como la citada Atávico, Hueco o Las cosas se mueven, pero no dicen nada.
Fuente: madridcultura.es