En el Museo de Escultura al Aire Libre de La Castellana, una superficie de 4.200 metros cuadrados, están instaladas 17 esculturas de los mejores autores del arte abstracto español
Ubicado bajo el puente de Enrique de la Mata Gorostizaga, también conocido como puente de Juan Bravo o de Eduardo Dato, por las calles que conecta, exhibe la obra de Miró, Chillida, Chirino, Sobrino y Alfaro, entre otros
Se puede visitar durante las 24 horas de los 365 días del año. Por la noche cuenta con una cuidada iluminación
A la altura del número 40 del paseo de la Castellana, se recomienda pausar la mirada y aquietar los pasos. El Museo de Escultura al Aire Libre de La Castellana regala a los ojos 17 esculturas de los mejores autores del arte abstracto español. En una superficie de 4.200 metros cuadrados, organizada en tres terrazas y debajo de un puente, el de Enrique de la Mata Gorostizaga, con barandilla diseñada por Sempere, las obras expuestas pertenecen cronológicamente a dos generaciones de la vanguardia española: la histórica, con artistas de los años veinte y treinta del siglo XX que abrieron nuevos caminos al clasicismo. El segundo grupo, los de los años cincuenta, eran los herederos del espíritu vanguardista anterior a la Guerra Civil.
La colección de escultura abstracta española está abierta al público desde 1972. Pero antes de explicar las piezas que contiene, quizá conviene saber por qué se instaló en esta zona. Los barrios de Chamberí y Salamanca, los que une el puente, antaño estuvieron separados por el arroyo de la Fuente Castellana. Cuando el riachuelo se asfaltó, nació el sibarita paseo de la Castellana. El fluir del agua se convirtió en corriente de coches, en una de las arterias de Madrid con más tráfico. ¿La solución para unir las calles de Juan Bravo y Eduardo Dato? Construir un paso elevado.
Ante la explanada desértica que emergió bajo el puente de 320 metros de longitud y 16 metros anchura, varios hombres se confabularon para un plan y de su talento brotó el museo. Los ingenieros José Fernández Ordóñez y Julio Martinez Calzón, autores del paso elevado, y el artista Eusebio Sempere pergeñaron este espacio con un objetivo: acercar a la ciudadanía a las más modernas tendencias artísticas.
Chirino, Sobrino y Alfaro
El Museo se abrió al público en 1972. Y, ante todo, fue factible porque los escultores representados en esta muestra donaron gratuitamente sus obras. El vehículo fue su amistad con Eusebio Sempere. Sin esta generosa contribución de los artistas hubiera sido impensable reunir la calidad que alberga la exposición. La mayoría fueron expresamente realizadas para el Museo. El Ayuntamiento de Madrid se hizo cargo de los gastos de materiales e instalación.
En el primer nivel, se exhibe Plaza Escultura, de Gustavo Torner. Instalada en una pequeña terraza, actúa de mirador de la exposición y sus materiales son el cobre y granito.
Eusebio Sempere instaló en el muro de contención de la calle Serrano una cascada de láminas de agua a base de módulos de hormigón. Su ondulación origina efectos de luz y movimiento. El agua se recoge en un estanque rectangular, enlosado en granito, como todo el pavimento del Museo, con la escultura de Martín Chirino en el centro.
Una pasarela facilita el paso de los peatones. En este tramo se ubican las obras de Francisco Sobrino, José María Subirachs, Rafael Leoz, el mural de Eusebio Sempere -a modo de reja colgada en los pilares-, la pequeña espiral de Andreu Alfaro y la escultura de Marcel Martí. En el jardín está colocada la estela de Amadeo Gabino.
Chillida y la Sirena varada
El segundo nivel está presidido por el mural de Gerardo Rueda, flanqueado por las esculturas de Joan Miró y Pablo Palazuelo. Y tras un leve descenso, la pieza más emblemática de la colección, la de Eduardo Chillida: Lugar de encuentro, o más popularmente conocida como la Sirena varada. Es de hormigón, pesa 6.150 kilógramos, está colgada del puente, no toca el suelo y tiene su propia historia.
La instalación de Lugar de encuentro ocupó ríos de tinta impresa. Concebida para pender del puente con cuatro enormes cables de acero, el gobierno municipal madrileño del alcalde Carlos Arias Navarro ordenó en 1973 que se retirara. Adujo problemas de seguridad. Aunque los informes técnicos lo desmentían, la obra desapareció porque donde hay patrón no manda marinero y porque Eduardo Chillida no era adicto al régimen franquista.
No volvió a su lugar de origen hasta 1978, momento en el que la vara de mando del regidor de Madrid, José Luis Álvarez, lo autorizó. En el camino, la prensa se hizo eco de este conflicto y coincidiendo en el tiempo con la representación de La Sirena varada, de Alejandro Casona, los periodistas de la época rebautizaron la escultura con ese teatral sobrenombre.
Quedan por ver en el recorrido Los Toros ibéricos, de Alberto Sánchez y La Petite faucille (La pequeña hoz), de Julio González. Un poco más alejada, en el acceso a la calle de Eduardo Dato, Unidades-Xunta, de Pablo Serrano aguarda su turno para ser contemplada. Cerramos el itinerario con dos ausencias, la de Pablo Picasso y su Cabeza de Apollinaire y la de Alicia Penalba y su proyecto Pájaros. Los organizadores del Museo tenían prácticamente cerrado el trato, pero la delicada salud de su viuda Jacqueline Roque lo impidió.
El Museo de Escultura al Aire Libre de La Castellana se puede visitar durante las 24 horas de los 365 días del año. Por la noche cuenta con una cuidada iluminación.