Cuál es el factor clave que domina el mundo y nos hace gastar más

Hay un factor clave que tiene mucha más influencia en todo de la que creemos, casi nadie piensa en él y, en buena parte, es responsable de que gastemos de más.

No solo eso, también está detrás de muchos otros hábitos y actitudes perjudiciales para nosotros, pero beneficiosas para los que ganan dinero a nuestra costa.

Y ese factor que domina el mundo es la conveniencia.

Sé que suena extraño y anticlimático, pero veamos a fondo la cuestión, porque creo que es una de las más importantes para nuestra economía doméstica.

Eso nos dará la clave para ahorrar más y, probablemente, mejorar nuestra vida, al menos un poco, ahora que es época de nuevos comienzos y propósitos.

El gigantesco poder de la conveniencia

La conveniencia es un factor ignorado para la mayoría cuyo poder, sin embargo, es conocido en la ingeniería y economía del comportamiento, que se aplica en campos como el marketing o el diseño.

De hecho, ha sido la tecnología la que más la ha empleado en los últimos tiempos, con un éxito sin precedentes.

La conveniencia es la razón, por ejemplo, por la que las tarjetas de crédito, los bizums o los pagos NFC están arrinconando al efectivo como medio de pago. No tienes que llevar dinero en el bolsillo, no pesa, no hay que pasar primero por el cajero para poder pagar algo…

Y esa misma conveniencia es la que hace que gastemos más cuando pagamos por esos medios.

El efectivo es más inconveniente y, como muchas de las compras son innecesarias y motivadas por picos de emoción, producidos por el marketing o disparadas por el mero poder del contexto (y no por un deseo meditado), quien se ciñe a pagar con dinero físico ahorra más.

No en vano, el de pagar en efectivo es un consejo de ahorro que suelo recomendar.

El móvil, Amazon y Netflix, o cómo la conveniencia ha conquistado el mundo y nuestro bolsillo

Netflix es un ejemplo del  poder de la conveniencia

El móvil se ha comido al ordenador porque es más conveniente. Siempre en el bolsillo, siempre dispuesto y conectado, te resuelve las cosas en un segundo. En lo que tardas en ir al ordenador, que arranque y abra el navegador, el teléfono ya te ha encontrado lo que buscabas, desde el sofá y solamente hablándole.

Amazon se ha gastado millones en pruebas (y lo sigue haciendo), para optimizar su proceso de compra mediante un constante proceso de ensayo y error. Los más viejos del lugar hemos podido ver y estudiar todos estos años cómo ha hecho evolucionar su proceso de compra.

Si tienes su aplicación móvil estás perdido, porque es sacar el teléfono, (de nuevo, siempre disponible) y deslizar un dedo para comprar. Y ya está. Han apurado al máximo haciendo que dicha compra, en un instante, desde cualquier sitio y en cualquier momento, no cueste nada.

Cuando me he dedicado a asesorar a iniciativas online, uno de los puntos principales a la hora de conseguir clientes y ventas ha sido insistir, una y otra vez, en eliminar el rozamiento en esos procesos de compra por Internet.

Se ha demostrado a menudo, y yo he mismo he comprobado de primera mano, que quitar lo que parecen apenas detalles, como rellenar un campo menos a la hora de poner datos, identificarse con su cuenta de Google en lugar de crear una desde cero o ahorrar un clic al usuario, uno solo, puede aumentar sensiblemente los resultados.

¿Y qué decir de Netflix?

Hasta la actual fragmentación del streaming y su declive tras decisiones dudosas de otro tipo, su experiencia de usuario ha sido netamente superior y siempre basada en aumentar la conveniencia.

Esa conveniencia resultaba insuperable cuando era el sitio donde tenías todo con un clic, de modo que barrió buena parte de la piratería de un plumazo, algo que se consideraba invencible.

Mientras, su invento de alimentarte el siguiente episodio en segundos, sin que tengas que hacer nada, dio pie a que se generalizaran las maratones de series, cambiando el consumo del entretenimiento para siempre.

La fea verdad detrás de todo esto

La pereza está detrás del poder de la conveniencia

Esa verdad es que las personas somos mucho más perezosas de lo que queremos reconocer.

Puede que no creamos que, en nuestro caso, sea así, ni que la conveniencia ejerza una influencia tan grande. No queremos reconocer nuestras flaquezas y creamos las narrativas que hagan falta para justificarlas.

Pero todos hemos pasado media hora viendo algo que no queríamos en televisión, solo porque el mando se nos quedó un metro más allá de lo que nos llegaba el brazo. Esta es una anécdota que las generaciones más jóvenes, móviles en mano, ya no experimentarán.

Desde la construcción de carreteras e infraestructuras, hasta los menús de los restaurantes, las disposiciones de productos en estanterías o incluso las elecciones políticas, la conveniencia juega un papel más importante del que la mayoría cree y, quienes saben de ella, lo aprovechan.

Por ejemplo, ya vimos también aquí que, si quieres vender más un producto, no tienes más que ponerlo a la altura de los ojos y en el punto en el que el brazo tiene que hacer menos recorrido para cogerlo.

Del mismo modo, se ha estudiado que lo primero que se ve en un menú determina el resto de la comida o que los políticos cuyos nombres aparecen primero en una lista de candidatos obtienen más votos sistemáticamente.

Y viene muy bien que no reconozcamos nuestra naturaleza perezosa. Si no creemos poseer una debilidad, tampoco sentimos la necesidad de defender ese punto débil.

Librándonos de su influjo (en parte)

Como en casi todo lo que tiene que ver con la psicología económica, hacer consciente lo inconsciente, es decir, darnos cuenta de los verdaderos mecanismos que hay detrás de las cosas, es el primer paso para que nos afecten menos.

Así, cuando sabemos cómo nos manipulan los supermercados, restaurantes o tiendas, por ejemplo, empezamos a reconocer los patrones, «vemos Matrix» y podemos actuar. Al fin y al cabo, es difícil hacerlo contra algo que no detectas.

Y ahora que conocemos el poder de la conveniencia, es hora de saber cómo usarla a nuestro favor.

Cómo utilizar la conveniencia a nuestro favor para ahorrar más

Cómo ahorrar más usando la conveniencia a nuestro favor

O para adelgazar, cultivar mejores hábitos y, en general, mejorar nuestra vida. Así contrarrestaremos la influencia que ejercen sobre nosotros y que desangra nuestra cuenta corriente, sin proporcionarnos nada importante a cambio.

La clave, por suerte es muy sencilla (en teoría, como todo en la vida):

  • Para todo lo que queramos potenciar, aumentamos su conveniencia. Es decir, lo hacemos más fácil, eliminamos posibles pasos o el rozamiento que hay entre nosotros y lo que deseamos.
  • Para todo lo que queramos desincentivar, lo hacemos más inconveniente. Es decir, aumentamos los pasos para llegar hasta ello o la dificultad de la tarea, aunque sea un poco. Ese poco puede dar lugar a mucho.

Por ejemplo, se ha estudiado en varias ocasiones que, simplemente, alejar un poco el tarro de los caramelos de la oficina hace que, como en el mando a distancia del que hablaba, se consuma mucho menos. Incluso algo tan aparentemente inocuo como ponerle una sencilla tapa, que solo requería un mínimo paso extra para conseguir los caramelos, también disminuye sensiblemente los dulces que se comen.

Así pues, cuando se trata de ahorro y gasto, eliminamos los pasos en el primero y aumentamos los del segundo.

Por ejemplo, si ponemos cero pasos al ahorro, estableciendo una transferencia automática a nuestra cuenta de ahorro cada principio de mes, ya lo tendremos. Lo mismo podemos hacer con otros hábitos, como dejarnos algo ya preparado por la noche para el trabajo, para no picar en la máquina de vending o, si queremos hábitos más sanos, dejemos cerca la ropa de correr por la mañana y que sea la más cercana a la cama.

Para reducir los gastos, la estrategia es la contraria, ponemos pasos adicionales, como sacar primero el dinero en efectivo para la compra, o tener que esperar 48 horas para esas cosas que no son necesarias. Así haremos más inconveniente el gasto.

Del mismo modo, dejarse la cartera en casa, no dejar guardadas tarjetas de crédito en webs de compras o inventarnos pasos ficticios entre nosotros y lo que no queremos hacer, reducirá las veces que realizamos la acción.

Obviamente, también debemos esforzarnos en contrarrestar las tácticas de conveniencia usadas contra nosotros.

Si salimos a comer, miramos bien el menú y no elegimos cualquier cosa, porque elegiremos la más conveniente en muchos casos (y que no suele ser barata si el restaurante es inteligente). De la misma manera, no vamos cogiendo de manera robótica en el supermercado cualquier opción, sino haciendo una selección consciente y viendo si hay alternativas más escondidas.

Muchos servicios hacen fácil el alta e inconveniente la baja, mientras que TikTok nos pega durante horas a la pantalla, alimentándonos de vídeos sin que tengamos que mover un dedo, gracias a un algoritmo que parece crack. Él nos evita la inconveniencia de pensar qué ver a continuación.

Nos convierten en zombis insatisfechos al final del día, es el efecto pernicioso de la conveniencia. Pero ahora que sabemos el «secreto», es hora de ser un poco más listos que ellos. Nuestro bolsillo lo agradecerá.

Fuente: El Blog Salmón

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