Otro día más en la oficina y ni recuerdas la última vez que te fuiste de vacaciones. El invierno ha sido largo y la primavera permite una tregua. Ctrl, option, command. En algún momento te quedas mirando esa pintura exótica colgada en la pared. Y ojalá estar ahí, entre hojas tropicales que te envuelvan y el laberinto verde que forman las plantaciones de té. Tecla escape, por favor. De repente escuchas un sonido nuevo pero también conocido, procedente de un océano inhóspito. Un ave tropical te mira desde lo alto del monitor y algo late en tu interior. Tus ganas de paraíso. Tus ganas de Azores.

Puedes llegar al paraíso volando directo desde Madrid y Barcelona, o haciendo escala en Lisboa o Porto. Solo necesitas tus ganas de desconectar y la capacidad de dejarlo todo atrás. La madre naturaleza tenía un plan secreto para ti y ha reservado nueve islas a modo de refugios para los sentidos: desde volcanes hasta las colas de cetáceos a lo lejos, pasando por arrecifes donde las mantarrayas se chocan contigo y ciudades como Angra do Heroísmo, el primer lugar en Portugal declarado patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983.

El truco es fácil: dejarte llevar sin contemplaciones, sin wishlists ni tantos likes. Aquí se trata de seguir la brújula que apunta a tres direcciones: el Grupo Oriental ( São Miguel y Santa Maria), Grupo Central (Faial, Pico, São Jorge, Graciosa y Terceira) y el Occidental (Flores y Corvo). El punto de partida es São Miguel, la más grande de las islas y cuna del senderismo a través de lagunas junto a las que una matriarca prepara un cocido das Furnas (o el arte azoriano de cocinar en un cráter volcánico). La isla de Santa María sabe a sol y verano, a vela y surf. El Atlántico hace el amor con una isla exuberante donde las cuevas exhalan secretos ancestrales y la Playa Formosa te inspira una futura nostalgia.

Te aproximas al centro de este archipiélago, de ti. El azul de Terceira no engaña, aunque no esperases un tubo de lava a 100 metros de profundidad en la reserva de Algar do Carvão ni las piscinas naturales de Biscoitos. Graciosa es la cuarta isla, la llaman blanca -quizás por su queso, su roca o sus faros épicos -pero también es verde Caldeira. Un rugido, otro latido.

Y una ola que surfear en São Jorge, la quinta isla. Si las ballenas te dejan, claro, y los acantilados que invitan a realizar barranquismo no te quitan tiempo. En la isla de Pico las panorámicas desde su montaña principal, a 2.351 m de altura, desvelan la cara B del paraíso y un cultivo de vid volcánica que hizo los ojos chiribitas a la Unesco. Y en Faial, las floraciones de hortensias confirman por qué la llaman “la isla azul”.

Al llegar a Flores, levanta la vista, ¿cuántas cascadas quieres? En la Rocha dos Bordões nos lo cuentas. O en Corvo, la isla pequeña donde el lago en el corazón del cráter Caldeirão espera la llamada de James Cameron para Avatar 5. No reconoces el paisaje, ¿era esto la Tierra? O quizás Marte nunca fue rojo sino esmeralda. El sonido del mar se siente ahí, dentro de un pecho del que brotan lianas y flores de colores. Y tú gastando tanto en baños con esencias y clases de yoga para amortiguar la rutina cuando la respuesta estaba a dos horas. Tocará volver a la oficina, volver a pulsar la tecla escape. O quizás no. En cualquier caso, tu corazón se quedará para siempre en Azores.
Fuente: Houdinis