Tres años después del confinamiento, los tablaos siguen formando parte de la esencia de esta ciudad y arriman fuertemente el hombro en la nueva edición del Festival Flamenco de Madrid
Vermú, aperitivo y guitarra flamenca en el fin de semana en los tres tablaos flamencos: Corral de la Morería, de la Villa y Flamenco Los Leones
En el primer teatro flamenco del mundo, el Teatro Flamenco de Madrid, Yo me lo guiso, yo me lo como, un recorrido por la vida y el alma de una estupenda bailaora flamenca: Carmen Mesa
Son uno de los escenarios más genuinos para entender pasado y presente de un arte que, desde noviembre de 2010, está incluido en la lista de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO. Hablamos de los tablaos que, en julio del pasado año, fueron declarados por el Ayuntamiento espacios culturales de especial relevancia ciudadana e interés general para la ciudad de Madrid. Un reconocimiento nacido para promover unos espacios donde late el corazón del flamenco y que se vieron afectados gravemente por la COVID-19 y la casi ausencia de turismo internacional durante estos meses.
Tres años después de ese confinamiento que ha quedado grabado en la memoria colectiva, los tablaos siguen formando parte de la esencia de esta ciudad y arriman fuertemente el hombro en la nueva edición del Festival Flamenco de Madrid, poniendo así en valor el esfuerzo cotidiano por salvaguardar la tradición, difundir el flamenco y promover a nuevos artistas. Tres de ellos -El Corral de la Morería, de la Villa y Flamenco Los Leones- más el primer teatro flamenco del mundo, el Teatro Flamenco de Madrid, acogen algunas de las propuestas de la programación de esta edición.
El Corral, cuya directora artística, Blanca del Rey, galardonada el pasado 15 de mayo con la Medalla de Madrid, ha demostrado su capacidad de resistencia a los malos tiempos. El de la Villa abrió las puertas cerradas por otro tablao histórico, el Café de Chinitas, mostrando que la fibra de este género universal se podrá a veces doblar, pero nunca quebrar. El tercero, el relativamente nuevo Los Leones, es un ejemplo de que apostar por el flamenco, es necesario y seguro. Y el último, el Teatro Flamenco, es otro síntoma de que en este arte no hay límites para los escenarios y los formatos. Basta ingenio, ganas y mucha pasión.
Flamenco y vermú
¿Quién asocia flamenco y noche? Desterremos ideas preconcebidas porque los tres tablaos tienen una propuesta singular, rara sobre todo por la hora: la del vermú. Sí, sí, vermú, aperitivo y guitarra flamenca en el fin de semana. En los tres se va a desarrollar, a las 13:00 h, un ciclo de nueva creación, el de Guitarra Víctor Monge ‘Serranito’, comisariado por el mismísimo maestro madrileño, que a los 14 años ya estaba contratado en la Taberna Gitana, posteriormente conocida como Torres Bermejas, otro de los tablaos con más solera de Madrid.
Serranito, que en su larga carrera ha acompañado a nombres como el Lebrijano, José Menese o Rafael Farina entre otros, apadrina este singular ciclo de recitales de guitarra que se inicia el 20 en el Tablao de la Villa con la actuación de Joni Jiménez; sigue el 21 en el Corral de la Morería con una charla entre el maestro y su biógrafo, José Manuel Gamboa, y termina el 27 en Flamenco Los Leones con la actuación de Yerai Cortés.
Los tablaos, que atraen a Madrid a más de un millón de visitantes al año y un movimiento económico que supera con creces los mil millones de euros, se oxigenan con fuerza, salvaguardando las esencias del ayer con la mirada puesta en el mañana.
Recuperando oxígeno
El Tablao de la Villa, donde arranca el ciclo, es un buen ejemplo de esa capacidad de no tirar la toalla. Se ubica en el mismo local que el popular Café de Chinitas, inaugurado en 1970 en un palacete del siglo XVIII y obligado a cerrar por la pandemia en 2021. Pero el Tablao de la Villa le tomó el relevo para seguir su estela, llevando al centro de Madrid el flamenco más auténtico y tradicional de la mano de artistas consagrados y emergentes. Allí, el día 20, el madrileño Joni Jiménez, una de las guitarras con más proyección de la actualidad, recorrerá algunas de sus composiciones –Rondeña, Soleá, Granaina, Tangos o Bulerías- que suenan al Rastro y a Caño Roto, impregnadas de esa sensibilidad y ese soniquete que tanto le caracterizan.
Al día siguiente, el 21, abre para ese vermú flamenco el Corral de la Morería, uno de los tablaos más antiguos de la ciudad, que abrió sus puertas en la década de los 50 del pasado siglo- y ha sido cita obligada para quienes querían acercarse al flamenco desde la capital, desde políticos y presidentes como Kennedy, Kissinger o Bush, artistas como Gary Cooper o Rita Hayworth, o pintores como Picasso y Dalí.
En ese escenario, al que se subieron nombres como La Chunga, Antonio Gades, Blanca del Rey o Pastora Imperio, los aficionados podrán adentrarse en primera persona en la vida y el legado que ‘Serranito’ deja tras 65 años de carrera, a través de la charla que mantendrá con su biógrafo José Manuel Gamboa. La música la pondrá después el famoso guitarrista José Luis Montón.
Y en Flamenco Los Leones, el 27 de mayo, se cierra el ciclo. Espacio nuevo, situado frente a la puerta de Alcalá, Los Leones quiere recuperar la esencia de aquellos ‘cafés cantantes’ del siglo XIX, llamados también las ‘catedrales del Duende’, que tanto contribuyeron a la popularización del género. Aquí, Yerai Cortés, en solitario, ofrecerá un recorrido por diferentes palos del flamenco con composiciones propias que transitan entre la tradición y la vanguardia.
Pollo al ajillo y flamenco
Madrid cuenta con el primer teatro flamenco del mundo, el Teatro Flamenco de Madrid, ubicado en una de las salas del Teatro Alfil, en Malasaña. Allí, el mismo día de San Isidro, pollo al ajillo y flamenco. ¿Raro? No, es Yo me lo guiso, yo me lo como, un recorrido por la vida y el alma de una estupenda bailaora flamenca: Carmen Mesa, que hace unos años cruzó el charco de la mano de un amor al que conoció́ en Andalucía y al que enamoró cocinándole su plato estrella: pollo al ajillo.
Carmen convierte a los espectadores en sus comensales, los lleva a su cocina y, en un acto de amor y agradecimiento por aceptar su invitación, les cocina ese plato tradicional que aprendió́ de su madre. De su mano… entre cantes, bailes, cazuelas, cucharones, aceite de oliva y ristras de ajo… el espectador viaja por ilusiones, amores, desamores, olores y sabores que marcaron su infancia y su recorrido hasta cruzar el Atlántico.
Más que espectáculo, el flamenco es emoción. Siéntela a la hora del vermú.