Fuerteventura: el paraíso cabe en una oficina

Al final conseguiste quedarte en casa trabajando. No más oficina, no más atascos. La idea te convencía desde el primer momento, pero ahora que lo piensas bien se te hace un poco cuesta arriba eso de teletrabajar en casa. Tus plantas lo saben e incluso parece que quieran abrazarte. El cartero tocando siempre a tu timbre porque sabe que siempre te encontrará en casa y esa misma vista a través de la ventana.

 

El teletrabajo está bien, pero necesitas cambiar de aires. ¿Te sirven 1.660 kilómetros cuadrados? Fuerteventura es tu oficina entonces. No más hablar solo, no más insomnio. Habrá que hacerle caso a Miguel de Unamuno cuando le exiliaron en la isla canaria y volvió diciendo: “El clima ardiente de Fuerteventura pone en la naturaleza un gesto sediento pero grato y sano. En mi vida he dormido mejor”. Así que rendir, vas a rendir igualmente.

Durante los últimos meses, Fuerteventura se ha consolidado como uno de los destinos clave para nómadas digitales y remote workers gracias a sus instalaciones y el plantel de experiencias que propone. Ya tienes un pie en Puerto del Rosario, embajadora de una isla de Fuerteventura reconocida como destino Saborea España. No faltan las clásicas papas con mojo, el gofio que habla de la tierra y su historia, croquetas de puchero canario y un barraquito para una buena digestión. 

150 kilómetros de costa te esperan y asciendes en coche con el Mac lleno de arena. Tu oficina ahora incluye pueblos blancos, dunas épicas y volcanes franqueados por cabras solitarias. Desde Corralejo se ve Lanzarote y el cercano Islote de Lobos, un paraíso turquesa al que viajar en lo que tardabas en bajar a comprar el pan. Quizás te entretenga un vecino que viene a invitarte a surfear, pero es lo que tiene trabajar en una oficina-paraíso.

Isla de Lobo

En el norte de Fuerteventura la aventura continúa entre pueblecitos como Majanicho, con sus ventanas verdes y el salitre acariciando sus barcas. En El Cotillo hay playas kilométricas y, si decides penetrar en el corazón de la isla, en La Oliva hay conciertos de jazz y talleres de aloe vera para relajarte. Betancuria, la primera capital de Canarias es el alma de Fuerteventura y pueblecito blanco donde el silencio tan solo es interrumpido por un burro en busca de rosas. Miras al cielo: tantas estrellas que ya ni te acuerdas del gotelé de tu casa. Considerada Reserva de la Biosfera y Reserva Starlight gracias a sus cielos nocturnos, Fuerteventura no entiende de paredes (aunque haya un pueblo llamado La Pared, igual de bonito) solo de naturaleza, brisa y emociones. 

La adrenalina del kitesurf, el buceo o el windsurf que susurran a medida que desciendes por la isla y llegas a Costa Calma, donde se dan cita las conocidas como Playas de Jandía. Aquí brotan las palmeras y los oasis son tan azules que dan ganas hasta de bucear en busca de sirenas. Un trocito de queso majorero más, tu nuevo vicio, sin necesidad de meterlo en tápers, o sí. ¿Escuchas eso? Es la libertad de llenar los huecos de tu horario con tantas aventuras como carreteras hacia el  horizonte.

Ya no llevas el Mac encima, has aprendido el necesario arte de desconectar y conducir por carreteras con final feliz. Te diriges hacia el oeste y ante ti aparece Cofete, posiblemente la playa más bella de toda Canarias. La vida era esto y, por un momento, piensas si tus plantas estarán bien. Aunque pensándolo mejor, quizás lo mejor sea vender tu casa. Esta nueva oficina engancha. 


Fuente: Houdinis

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