¿Te irías a vivir a Irlanda? Fue la pregunta que se me pasó por la cabeza cuando volví del viaje. Un viaje que más que un destino fue un recorrido por diferentes ciudades históricas, paisajes y personas extraordinarias que me fui cruzando.
Destinos así aparecen pocas veces en tu vida, y si todavía no lo has probado, te diré que ir a Irlanda en Otoño es la idea perfecta para escapar de las masificaciones y vivir la auténtica y completa experiencia que la isla Esmeralda te puede brindar. Yo esta vez decidí ir explorando sin una ruta ya pensada, fui moviéndome en transporte público y me quedé más o menos en cada lugar lo que me pidió el cuerpo, según lo que el destino me iba ofreciendo.
Mi viaje empezó en Cork, lugar perfecto para probar la comida Irlandesa, pasear por sus calles y descubrir qué Cork, del 26 al 30 de Octubre, acoge el festival de Jazz Guinness. Es uno de esos eventos que hay que apuntar en el calendario, que además este año celebra su 45 aniversario. Desde Cork también puedes hacer excursiones, la mía fue dirección Cobh, me subí al tren y en nada ya estaba allí. Hay miles de opciones para perderse, disfrutar y descansar. Llegados a este punto, pensé que no encontraría nada que me gustará más, pero, me equivocaba.
Continué mi ruta hacia Galway, Aquí empecé a sentir una mezcla de nostalgia y recuerdos de infancia (allí pasé mi primer verano de intercambio), aderezado con el baño de realidad de calcular los días que llevaba desconectada, sabiendo que ya me quedaba poco para volver. Aún así, es esa nostalgia dulce, de saber que vas a traerte contigo todos aquellos recuerdos que no caben en un souvenir. Quise recrearme en Galway y no moverme mucho, y la verdad es que encontré infinidad de opciones de ocio, visitas culturales y turismo también por la zona. Festivales, museos, gastronomía, paseo marítimo, hasta mercado de fin de semana, un completo vaya. Yo creo que cuando estuve allí con 12 años no había todas estas cosas. Me crucé con muchísimas personas a las que saludaba como uno más, seguramente ellos pensaron que estaba loca, pero la sensación de haber estado allí cuando empezaba a chapurrear inglés por primera vez me hacía sentir totalmente en casa, contándole mis batallitas de niña a la señora que vendía mi cena a base de productos locales del mercado (patata, siempre).
De Galway, otra vez transporte público a Dublín, capital tan acogedora como animada; no faltan momentos de diversión, con un buenísimo ambiente de afterwork y nocturno gracias a los hubs tecnológicos que en los últimos años han atraído mucho talento joven procedente de toda Europa a la capital irlandesa. Además, es un punto ideal para excursiones. Mis primeros días se basaron en esto, excursiones de un día, ida y vuelta, pasar todo el día explorando los paisajes de los alrededores de Dublín, y, lo mejor de todo: sin necesidad de tener coche. Yo quería visitar Glendalough, y en una hora en bus ya estaba allí.
De Dublín me moví hasta Belfast, tierra de paseos naturales y extraordinarios, pude ver en directo el castillo de Belfast y pasear por el parque natural de Cave Hill, tan verde como te lo imaginas, un aire tan fresco, de esos que te llenan los pulmones para un mes. Cabe destacar que Belfast es tierra de paseos naturales pero también de maravillosos Pubs, que no me iba a ir de Irlanda sin entrar a uno (o a unos cuantos).
Tras este lapso que me transportó de mi infancia a ambiente nocturno, me dirigí hacia la última parada, Derry-Londonderry, donde sí o sí se terminaba mi pequeña escapada por Irlanda, no por falta de ganas sino porque una tiene una vida a la que volver. Tenía aún un último destino para sorprenderme y estaba expectante por ver lo que me depararía. Nada más llegar visité las murallas del siglo XVII, tenía que hacerlo, no sabéis lo impresionantes que son. Tanto, que te entran unas ganas increíbles de sumergirte en la historia de la armada española y su naufragio en las costas de Irlanda del Norte y una cosa lleva a la otra y de pronto estás paseando con un Irlandés que chapurrea tu idioma visitando con un guía de lujo todo el centro de la ciudad. En su momento me invitaron al festival Derry Halloween, el mayor festival de Halloween de Europa, parecía muy interesante pero tenía pocos días, después me enteré de amigos que sí estuvieron y ojalá no habérmelo perdido.
En mi última tarde di un paseo nocturno, contemplé la ciudad desde el puente de la Paz y, con toda la mochila, ahora sí, cargada de nostalgia, me di cuenta que esta experiencia tenía que compartirla. Así que os la cuento para que sepáis que no es un cuento, que existe. Y es un lugar de ensueño que te llena el corazón de tardes de pintas, acantilados y olor a calabaza. Un lugar en el que seguramente te quedarías a vivir.
Fuente: Houdinis