Nápoles es a la pizza como Roma al amor

Puede que en el antiguo Egipto hubiera algo similar a una base de agua y harina condimentada, y seguro que en muchos rincones del mundo existía algo parecido antes de ponerle nombre, pero la pizza, pizza, lo que se dice pizza, con la masa hecha de agua, harina, levadura y sal, condimentada con tomate, mozzarella y albahaca, proviene de Nápoles. 

Nápoles es una ciudad italiana, y solo por eso merece ser visitada. Italia entera rebosa cultura, historia, paisajes, buen clima, moda, diseño, elegancia… y pizza! ¿Alguna combinación más infalible que esta? Supongo que por eso es mi lugar favorito del mundo. Y al único al que quiero ritornare una y mil veces.

Pero vamos a lo que vamos: la pizza.

Aunque hoy en día nos parezca imposible, hasta el siglo XVIII no apareció en la cocina algo tan esencial en nuestra dieta mediterránea como el tomate, un fruto traído de América en el siglo XVI pero que hasta entonces no se consideraba comestible. Al fin entró como ingrediente “pobre” y se puso al lado de la mozzarella (un queso barato) y el matrimonio fue un éxito. La explicación técnica es que tienen notas similares, como el ácido, y notas contrastadas que se equilibran, como el dulzor del tomate y la grasa de los lácteos. La mía es que sabe a gloria bendita. Como el pan con tomate, la uva con queso o el melón con jamón. Juntos, siempre mejor.

Volvamos a la pizza: dice la leyenda que la pizza margarita se inventó un día preciso de 1889, durante una visita del rey Umberto I de Saboya al palacio de Capodimonte. El pizzero Raffaele Esposito preparó tres tipos de pizza, y la favorita de la reina Margherita fue la de tomate, mozzarella y albahaca, por lo que el pizzero decidió ponerle ese nombre en su honor.

Como historia es bonita, pero la realidad es que estas pizzas se preparaban en la capital de Campania desde mucho antes, como cuenta el libro Usi E Costumi Di Napoli E Contorni Descritti E Dipinti, de 1853, en el que el autor explica cómo se elaboraban las pizzas de tomate con rodajas de mozzarella dispuestas “en forma de margarita”.

Sea como fuere, el arte tradicional del pizzero napolitano (pizzaioli) seguiría creciendo hasta ser patrimonio inmaterial de la UNESCO

Nápoles sigue siendo la capital mundial de la pizza, pero no tanto por la singularidad de su agua, como dicen (ya que la ciudad se abastece de más de un acueducto), sino por la dedicación de los pizzeros napolitanos al “arte blanco” (el arte de amasar), ya que la pizza necesita ingredientes sencillos pero se elabora con un procedimiento difícil de controlar y estandarizar.

Hoy en día existen al menos tres tipos de pizza en la ciudad: la de “rueda de carro”, muy ancha y fina; la “clásica”, un poco más pequeña y con un borde algo más grueso; y la de “balsa”, con un borde decididamente pronunciado.

Confieso que yo podría vivir a base de pizza todo el año, y no he encontrado lugar en el que comer, beber y vivir mejor que en la bella Italia, pero no me hagas caso porque seguramente no soy objetiva. Si quieres hacerte una idea de cuál es la mejor pizza para ti, deberás viajar a Nápoles y probar todas sus variedades en alguno de los cientos de pizzerías que hay allí. Si no encuentras a nadie que te acompañe, avísame, que voy. Ya sabes que si hablamos de Italia, yo siempre tengo un hueco para ritornare.


Fuente: Houdinis

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