Porto era solo el aperitivo

Si tuviéramos que pensar en una ciudad al escuchar la palabra ‘nostalgia’, Porto sería una de las primeras en venirnos a la mente, ¿verdad? No es para menos: esos azulejos erosionados por el viento y la saudade, las barcas de pescadores que parecen hablar con los puentes y un atardecer crepuscular que invoca a todos los amantes del pasado. Porto enamora, te atrapa y abraza pero, si lo escuchas bien, te propondrá descubrir el resto de un norte de Portugal donde hay mucho más que ver. El río Duero bien lo sabe y te invita a capturar todos sus suspiros. 

Tras tomar un vino en Vila Nova de Gaia, las aguas prometen el encanto de Bitetos, sus playas fluviales o el Convento de Alpendurada, ubicados en Marco de Canaveses. Termas naturales en Caldas de Aregos  (Resende) y una copa de vino en Pinhao uno de los lugares más icónicos del valle del Douro. Los altos acantilados y las montañas verdes se asomarán en todo momento para desvelarnos el mapa de ruta a través del río, desde el icónico puente decimonónico de Pocinho hasta el Parque Arqueológico del Valle del Côa o la ciudad de Torre de Moncorvo, donde los castillos hablan con las iglesias.

El norte de Portugal es fluvial, vinícola, pero también románico. Entre Porto y Guimarães, la ciudad donde nació Portugal, se despliegan palacios, torres y monasterios a los que Instagram aún no ha llegado y sentirse la primera persona en pisar es aún posible. En el Valle del Sousa encontrarás monasterios como el de Pombeiro, en Felgueiras, construido en el año 853 y considerado como uno de los más antiguos del país. En el Valle del Támega, la ciudad de Amarante es un festín de iglesias entre las que destaca el monasterio del Salvador de Travanca, del siglo XIII. Y en la región del Miño, la ciudad de Braga nos pregunta por qué tardamos tanto tiempo en conocerla. 

La catedral de Braga es un poema histórico nacido entre los siglos XII y XIII donde moran las tumbas de los padres del primer rey de Portugal, don Alfonso Henriques. El zigzag que forman las escaleras de ascenso al pletórico Santuario del Bom Jesus do Monte, Patrimonio de la Unesco único; y los azulejos de el Palácio do Raio, en pleno centro histórico, que nada tienen que envidiar al encanto cromático de Porto. 

Bom Jesus do Monte
Santuario del Bom Jesus do Monte

Y no te puedes marchar de Porto sin ver la Casa da Música, una auténtica sinfonía arquitectónica. Con un diseño minimalista y a la vez futurista ha sido aclamado como obra maestra contemporánea. Aparte de por su arquitectura, la Casa da Música es famosa por tener una acústica excepcional, diseñada para hacerte vivir una experiencia sensorial inolvidable. Visita obligatoria, seas amante de la música, de la arquitectura o de la belleza en general, porque es un lugar que inspira y emociona, vengas de donde vengas.

casa da música porto

Y no importa si te pierdes: el río te guiará a través de sus suspiros. Solo entonces, en algún lugar de la ribera, descubrirás que a Porto acudimos para añorar y, al resto del norte de Portugal, para volver a enamorarnos. 


Fuente: Houdinis

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