¿Y si miramos lo que pasa en la escena como otro cuerpo que nos contagia de energía? El ciclo de danza y performance Canela Fina reúne a cinco artistas que nos proponen entrar en otros estados corporales. Como la sensación al entrar en una piscina o en una fiesta. O el recuerdo que se queda en la piel al ver las fotos que hicimos con el móvil.
Simplemente bonito, de la creadora gallega Janet Novas, pone en relación el movimiento, la música, la caja oscura teatral y el artificio de su iluminación, buscando una alteración de la consciencia. Se trata de movilizar la energía desde su pura potencialidad física: el espacio escénico como un umbral donde despertar nuestras células. Esta propuesta no queda lejos de la de Óscar Bueno, Vientos, en la que se explora el aire que pasa por el cuerpo al respirar, o al cantar. O al pasar por un ventilador. Se trata de observar distintos engranajes que permiten la relación con lo aéreo. Bueno, pianista y músico de formación, continúa aquí su investigación sobre lo coreográfico, lo sonoro y lo visual colaborando en esta ocasión con Anto Rodríguez, Cuqui Jerez y María Jerez.
Candela Capitán presenta Dispositivo de Saturación Sexual. Seis habitaciones en el (ciber)espacio, en la que la artista sevillana reflexiona sobre la cosificación del cuerpo de la mujer en la era de la comunicación digital. En escena vemos a seis intérpretes, seis ordenadores y una plataforma web de transmisión online.
También hay imágenes superpuestas en The disappearing act, de Yinka Esi Graves. Una investigación de largo recorrido en la que la bailaora británica de ascendencia africana parte de la invisibilización de la negritud en el flamenco debido a la herencia colonial, que históricamente ha utilizado diversas estrategias para ocultar e ignorar otros cuerpos. Aquí el camuflaje se emplea como forma de resistencia política y artística.
Como broche final a este festival de “activación corporal”, Pepa Gorostiza presenta Las cantatas eufóricas. En palabras de la propia coreógrafa: «un cuadro en movimiento, una fiesta sagrada, una misa en éxtasis, una celebración pagana, un ritual inútil, una ceremonia blasfema, una danza fuera de foco, una foto móvil. Lo sacro y lo pagano conviven para bailar a Bach en la euforia del Siglo XXI».
The Disappearing Act es la primera producción en solitario de Yinka Esi Graves. A partir de su ser como bailaora de flamenco de ascendencia africana, esta obra pone sobre la mesa el quehacer cotidiano entre la necesidad de desaparecer para existir y la de resistir a este proceso. Desde una perspectiva histórica, la eliminación, la ausencia y la invisibilidad se convierten en materiales con los que crear.
The Disappearing Act pone en escena a un ser, La Lala. En un espectáculo en tres partes, propone un experimento en el que el camuflaje y la cripsis son los principales modos de (des)aparición y explora las implicaciones de resistirse constantemente a la negación. Con danza, música en directo de raíz flamenca, texto y vídeo en directo, la obra se presenta como un trabajo experimental de flamenco, en forma de fiesta de concierto ghanesa re-imaginada.
En la pieza colaboran el destacado guitarrista flamenco Raúl Cantizano, pionero de la improvisación en este género; la batería y poeta Remi Graves cuyas reflexiones sobre los temas que aborda la obra y su experiencia tocando géneros musicales distintos al flamenco han sido fundamentales en su creación; y la cantante flamenca Rosa de Algeciras, que ha escrito una letra específicamente para la obra. The Disappearing Act se ha desarrollado a través de una serie de residencias en el Reino Unido, España y Francia.
Fuente: madridcultura.es