Las dunas: Protectoras a proteger

José Ramón Mendoza

“En un contexto de cambio global, la conservación del frente dunar es un elemento clave para la mitigación de la erosión y de su restauración” [1]

Las dunas y los sistemas dunares litorales son la continuación de las playas hacia el interior y en muchos casos constituyen la mayor parte de las mismas, constituyendo un elemento de transición entre los entornos marítimos y continentales, siendo ecosistemas terrestres únicos, al mismo tiempo que dinámicos y frágiles.

Los conjuntos de dunas litorales, además de sostener una importante y especial característica biodiversidad florística y faunística, tienen un importante atractivo paisajístico y juegan un papel de gran importancia como elementos tanto protectores, como de conservación ya que, al mismo tiempo que son el depósito de arena de las playas son las “bandas protectoras” de las franjas costeras inmediatamente posteriores a aquellas ya que constituyen una barrera que frena la entrada del agua marina a la superficie inmediatamente posterior a ellas en momentos de grandes mareas o de temporales.

Asimismo, los sistemas de dunas litorales acogen también un número importante de especies de flora y fauna asociadas a los mismos; algunas de las cuales se encuentran amenazadas y que necesitan programas específicos de conservación y gestión. Tal es el caso del “chorlitejo patinegro” (Charadrius alexandrinus) cuya población reproductora viene registrando un importante descenso en los últimos años.[2]

Razones como éstas han hecho que la Ley de Costas[3], eso sí desde hace pocos años, incluya a las dunas como parte de las propias playas y, por tanto como uno de los principales bienes del dominio público marítimo-terrestre.

Como consecuencia de la presión humana, muy especialmente por la urbanística, la turística y de ocio, las dunas son uno de los ecosistemas más alterados de las costas españolas lo que ha supuesto que desde hace años, cuando no deteriorados hayan sido valoradas fundamentalmente como atractivos e, incluso como asentamientos de uso residencial y/o turístico, o lo que es lo mismo económico, en detrimento de su valor ecológico y ambiental[4].

Los sistemas de dunas litorales, debido a su fragilidad, son hábitats sensibles a su uso frecuente, a las gestiones no planificadas y el pisoteo excesivos que se produce durante la temporada turística de baño, consecuencia de su indudable atractivo turístico, y que desencadena procesos erosivos a lo largo del período estival. A ello hay que añadir que se ven muy afectados por las actividades relacionadas con el mantenimiento de las playas de uso turístico como la limpieza mecánica o la retirada de materia orgánica.

Ahora bien siendo estas las más importantes es necesario mencionar que existen otras actividades humanas que afectan seriamente a la conservación de las dunas litorales y, entre ellas mencionaremos las de construcción de paseos marítimos y la creación de escolleras, así como la construcción de equipamientos turísticos, deportivos y hosteleros, permanentes o temporales; a ello sumariamos, especialmente en zonas de alta presión turística estable o estacionaria, la presencia de paseantes por las dunas, y la de aficionados a la fotografía y la ornitología que las recorren sin el debido control o autocontrol.

La presión económica como la mencionada ocupación urbanística del litoral, así como actuaciones en favor de la afluencia turística como la regeneración de playas, la construcción de paseos marítimos ha incrementado la vulnerabilidad de los ecosistemas costeros frente a perturbaciones naturales que traen la consecuencia de disminución y desaparición de dunas costeras y la alteración de la dinámica sedimentaria litoral. Actuaciones que, muchas de ellas han tenido un efecto incluso contrario al que se pretendía ya que, en numerosos casos han facilitado la pérdida de playas y la destrucción de pasos marítimos; generando pérdidas en un importante recurso de desarrollo económico y de empleo[5].

En el caso de Conil, siempre sometido a un mejor criterio, distinguiría[6] tres zonas de sistema dunar de nuestro litoral: Castillnovo, Los Bateles y El Chorrillo.

La primera de ellas, la más amplia de las tres y que se sitúa entre el puente del río Salado y el río Conilete en el límite con Vejer, es asimismo la más natural, cumpliendo, ante posibles grandes mareas y temporales, un papel de gran importancia como barrera, tanto de los humedales situados entre la misma y el prado de Castillnovo, felizmente salvado de la especulación urbanística. Humedales de gran importancia por la flora y la fauna asociada a los mismos que junto con las dunas protegen el mencionado prado, así como el camino que une Conil con El Palmar; camino que en otro orden de cosas, habría que poner más en valor al mismo tiempo que debe aislarse claramente de los humedales y las dunas para evitar que ambos ecosistemas sufran agresiones derivadas de presión humana.
El valor de este sistema dunar, además de lo mencionado, es grande por constituir una zona de nidificación de especias limícolas y especialmente del chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus) especie que en estos últimos días ha sido protagonista al crearse en esta localidad “SOS chorlitejo Conil”, grupo formado por un importante número de voluntarias y voluntarios y que contando con el apoyo del equipo de gobierno del municipio conileño está comenzando a actuar teniendo previsto señalizar las dunas para avisar de su importancia y proceder a un estudio en profundidad del chorlitejo en un tramo de 1,5 km ellas.

Las dunas de Castillnovo están, en mi modesto criterio, bastante bien conservadas pero con el riesgo de estar sometidas a una presión humana que pueden deteriorar el ecosistema y con ello la fauna y flora que albergan. Presión a base de paseantes y bañistas que se ponen a tomar el sol entre ellas y que puede ser nociva para los chorlitejos patinegros que se reproducen entre los meses de abril a agosto. Los nidos sufren altos niveles de depredación y para contrarrestarlo hacen puestas de reposición. Una puesta suele ser más temprana en abril-mayo y la otra más tardía a finales de mayo-junio, coincidiendo con el comienzo de la “presión playera”, más alta en la parte más cercana al puente del río Salado y va disminuyendo según nos alejamos del mismo.

Las dunas existentes frente a la playa urbana de Los Bateles tienen una gran importancia como protectoras, tanto del paseo marítimo como de los humedales situados entre ambos, humedales en los que se observa la existencia de aves como garcillas y patos azulones y que, junto en armonía con el sistema dunar forman un muro de contención de grandes mareas y temporales evitando que el propi paseo sufra daños como consecuencia esos fenómenos. Deben ser por lo tanto motivo de especial atención en cuanto a su conservación y mejora.

El frente de dunas de El Chorrillo es, a mi juicio, la parte más delicada del frente dunar de Conil. Situado entre dos playas urbanas: Los Bateles y La Fontanilla constituye el resto de un posible frente más extenso que gracias tener tras sí un espacio poco antropizado y que la ocupación de su espacio de playa no ha sido, ni aún es muy utilizado, gracias en parte a su difícil acceso directo, ha resistido hasta el momento, cumpliendo su labor de defensa ante fenómenos marinos de su zona posterior e incluso de los acantilados de la zona del parque de La Atalaya.

Sin embargo, la presión humana de las dos playas mencionadas está desplazando usuarios de las mismas a esa zona que cada vez se ve más ocupada lo que empieza a afectar a sus dunas por causas similares a las señaladas, para algunas de las partes de las de Castillnovo y como consecuencia a su flora y fauna y, quizás a corto plazo más rápida y determinante si no se toman las medidas adecuadas.

Es, por lo tanto, esta parte del frente dunar conileño que más atención merece siendo urgente su señalización como primer paso de su conservación, mejora y restauración.

Mediante una aportación que me ha hecho el compañero Martín Caro Marín a quien se la agradezco, a estas tres habría que añadir otra pequeña zona relicta situada al final de La Fontanilla poco antes de acceder al Roqueo, pequeña en longitud pero importante por situarse parte de ella en las faldas de un acantilado al que proteje y que puede ser el resto de un frente dunar más amplio seguramente continuación del mencionado del Chorrillo; así como la existente en Roche hasta Torre el Puerco. Sin olvidar que en la playa de la Fuente del Gallo, junto al Puntalejos, desaparecida actualmente, aunque no es la primera vez que aparece y desaparece, dependiendo de los elementos.

Según el Manual de restauración de dunas costeras del MITECO, tanto para la restauración de esta zona, como para la de las anteriores es necesario un estudio previo que determine la situación actual de los elementos ecológicos, geomorfológicos y de presión humana que actúan sobre el sistema y dado que las dunas costeras son unos sistemas, aunque frágiles, muy dinámicos, la restauración que se deseé alcanzar en función de los objetivos que se propongan se pueden cumplir en pocos años[7].

[1] Martín Prieto, J. A. (2016). Roig-Munar, F. X. y Quintana Pou, F. J. (Coords.) (2016). Restauración y Gestión de Sistemas Dunares. Estudio de casos. Colección Recerca i Territori, 8. Cataluña: Càtedra d’Ecosistemes Litorals Mediterranis, Parc Natural de Montgrí, Illes Bledes i el Bai. Investigaciones Geográficas, (66), 167-168. https://doi.org/10.14198/INGEO2016.66.11

[2] Las últimas estimaciones dan para España un censo de 5000-6000 parejas, de las cuales unas 770 se localizan en la Bahía de Cádiz. (MTE)

[3] Ley de Costas 22/1988, de 28 de julio, prohíbe expresamente la circulación de vehículos por las playas, dunas, etc. así como la Ley 8/20

03, de 28 de octubre, de la Flora y la Fauna Silvestres en su artículo 7.2 a) establece que queda prohibido dar muerte, capturar en vivo, dañar, perseguir, molestar o inquietar intencionadamente a los animales silvestres sea cual fuere el método empleado, en particular durante el periodo de reproducción, crianza, hibernación y migración, recolectar sus larvas o crías, alterar o destruir sus hábitat, así como sus lugares de reproducción y descanso.

[4] Es necesario señalar que las dunas costeras se encuentran protegidas por ordenamientos ecológicos, los cuales establecen los criterios sobre cómo y dónde poder ubicar una construcción o infraestructura.

[5] Recordemos las imágenes de los temporales de los últimos años, como por ejemplo en las playas de Bajo de Guía, La Calzada y la Jara en Sanlúcar de Barrameda.

[6] Esta distinción está hecha basándonos en los nombres de las playas tras las cuales se encuentran, sin ningún otro criterio.

[7] https://www.miteco.gob.es/es/costas/publicaciones/cap06_tecnicas_de_restauracion_tcm30-161254.pdf

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