Si económicamente hay algo que desea cualquier país, es ser rico en materias primas. Éstas pueden suponer una enorme fuente de riqueza para cualquier territorio, estableciendo alrededor de ella una industria potente, numerosos puestos de trabajo y exorbitadas cifras de exportación. Obviamente también va a depender del tipo de materia prima de la que se trate y de la necesidad de ésta a la hora de abastecer a diferentes industrias y a la población en general.
España es potencia en minería. De hecho, el país puede presumir de ser el mayor potencial minero de la Unión Europea. Pero, tal y como ocurre con la energía solar, España podría ocupar un papel relevante en el mundo que, sin embargo, no tiene. Ni en uno, ni en otro sentido.
Centrándonos en el potencial minero de España ocurre una disyuntiva difícil de entender, o no tanto. Ésta permitiría reducir la dependencia energética más que evidente tras la pandemia y la actual guerra en Ucrania, pero por otro lado ni se explota, ni se quiere. ¿Por qué?
Son cuatro las regiones que más esconden en su subsuelo millones de euros. Castilla-La Mancha, Castilla y León, Galicia y Extremadura. Pero ahí siguen, enterrados. Su explotación serviría para reducir la dependencia de países terceros en el suministro de estas materias básicas para la industria. ¿Y cuál es una de las tantas razones, sino la principal, por la que España le da la espalda a este `tesoro´?
Ningún partido político ha primado establecer una política minera nacional que se incluya en el marco de la Iniciativa de la Materias Primas de la Unión Europea. Por lo que ,a ojos de la UE, el potencial minero de España ni existe, ni se le espera.
Pese a la advertencia de expertos y de Colegios profesionales, los diferentes gobiernos han preferido continuar con la cronificada y enorme dependencia energética del país respecto al petróleo y el gas que, además, proceden del exterior y encarecen la factura de los ciudadanos. Tampoco ha habido líneas de investigación de los recursos naturales que esconde España y que podrían suponer, incluso, una sorpresa a nivel económico.
De hecho, el Ilustre Colegio Oficial de Geólogos (ICOG) en su informe “Propuesta para una política geológica nacional al servicio de los ciudadanos para el periodo 2019-2022”, de 2019, recogía hasta 37 medidas destinadas a la transición energética y una política energética que impulsara iniciativas encaminadas a reducir la dependencia exterior. Así como aprovechar los recursos que esconde España en su subsuelo. Ningún político lo tuvo en cuenta.
Pero no solo hay un potencial minero por descubrir. De hecho, existen zonas de aprovechamiento de hidrocarburos convencionales como el petróleo o el gas y no convencionales como el shale gas en Canarias y en los golfos de Vizcaya y de Valencia. También en la cuenca vasco-cantábrica, macizo Cantábrico y cuenca Surpirenaica para los no convencionales. Una vez más, nada.
La zona más mineralizada de la UE
Según Primary Energy Metals, compañía canadiense especializada en el negocio del cobalto, cobre, níquel y vanadio, de toda Europa es España la mejor posicionada para suministrar los metales necesarios para construir las baterías del futuro y desarrollar, por ejemplo, las renovables y los vehículos eléctricos de Europa.
La situación se vuelve más incomprensible aún, cuando debido a la enorme diversidad del paisaje geológico nacional, tenemos bajo nuestros pies uno de los sistemas de sulfuro volcánico más grande de todo el planeta, ¿y esto qué significa? Que España esconde riqueza en níquel, vanadio, hierro, zinc, cobre, cobalto e incluso oro.
Faltan apuestas y apoyo institucional. Teniendo que importar estos recursos y sin ningún plan de crear un parqué industrial más potente. Eso sí, no todos son malas noticias.
La empresa Siemens Gamesa ha probado un sistema de almacenamiento de flujo redox de vanadio para proyectos eólico, solar y de otras fuentes de energía renovable. Sin embargo, es solo un porcentaje pequeño del enorme potencial que esconde España y que nadie se atreve a explotar.
Pese a que el Instituto Fraser clasificó a España en 2017 como uno de los destinos de inversión minera más atractivos de Europa. O que la firma canadiense Atalaya Mining propietaria de la mina de cobre Rio Tinto ha mostrado interés en el país, poco ha cambiado en todo este lustro.
Lo que gastamos
Según las cifras del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo y pese al potencial de España, en 2020 se gastaron casi 10.000 millones de euros en importar minerales y metales no ferrosos. Según Confedem, España pierde unos 6.000 millones de euros en inversiones extranjeras y unos 20.000 puestos de trabajo al año. Y a día de hoy hay ya más de 30 proyectos paralizados para que no se toque el suelo español.
Uno de los más llamativos es el de San José Valdeflórez, un municipio ubicado en la provincia de Cáceres, que dispone de la segunda mina de litio más grande de Europa. En su día, la empresa australiana Infinity Litium estimó que podría esconder hasta 1,3 millones de toneladas de litio, lo que permitiría a España ser otra potencia exportadora. Además de ayudar a una región como la extremeña con una de las tasas de desempleo más altas de todo el país.
¿Qué está ocurriendo? Las presiones ecologistas y algunas regulaciones desde Bruselas echan para atrás a las administraciones y al gobierno central a explotar este potencial `secreto´ que podría regar a la economía del país de millones en ingresos y en nuevos puestos de trabajo. Las instituciones miran hacia otro lado.
Fuente: El Blog Salmón