Los tipos están subiendo en las principales economías del mundo. Las últimas novedades apuntan a que EEUU lo va a seguir haciendo este otoño y Europa también (pese a la recesión que están provocando en EEUU y la que viene en Europa).
El motivo es claro: combatir una inflación que no se veía desde los años 80. Y parece que la determinación de los bancos centrales es tan clara como en aquella época. Los tímidos intentos de los 70 en controlar los precios lo único que hicieron es que las expectativas de inflación se afianzaran en las cabezas de la gente y volver a niveles normales fue más complicado y doloroso de lo necesario. Sin embargo no está claro que simplemente subiendo los tipos se pueda combatir, en esta ocasión, la subida de precios.
Los motivos de la inflación
Elevar los tipos de interés tiene un efecto claro en los precios: frena la inversión, lo cual detrae la demanda y ante una demanda más baja los precios caen. El problema de esta estrategia es que frena la economía, y por eso los Bancos Centrales tienen que hacerlo intentando minimizar los daños a la economía.
Sin embargo en esta ocasión la subida de precios tienen mucho que ver con la subida de precios energéticos, especialmente en Europa. Y aquí la subida de tipos tiene un impacto limitado, pues hay otros aspectos que determinan la oferta y la demanda.
Ante una subida de tipos la demanda baja, pero en energía no está tan claro. La demanda energética, al menos de los hogares, es bastante inelástica: el consumo no se va a frenar porque los tipos suban. Sí que tiene un impacto los propios precios y los hogares moderarán su consumo hasta cierto punto.
En la industria la cosa es muy distinta: tiene dos opciones ante los precios más altos, o elevar a su vez los precios o dejar de fabricar. Pero el impacto de esto es simplemente el precio energético y la subida de tipos va a tener un efecto muy limitado.
Los problemas energéticos
El principal problema energético que tenemos en el mundo (y especialmente en Europa) es la dependencia del gas natural. Normalmente cuando la dependencia es del petróleo las variaciones de oferta y demanda llegan rápidamente a los precios. En cambio en el gas es más complicado, pues el suministro suele ser principalmente por gaseoducto y muy determinado por temas geoopolíticos locales (como Rusia y Europa).
El transporte de gas por barco es algo relativamente reciente, tiene un coste bastante elevado (debido a que hay que licuar y deslicuar el gas) y existe todavía una falta de infraestructura (pocos barcos, pocas centrales de regasificación, por ejemplo Alemania no tiene ninguna).
Y esto ha coincidido con unas políticas de lucha contra el cambio climático que han impulsado el uso del gas en la generación de electricidad, por ejemplo dejando de lado el carbón. Si a esto le sumamos las presiones de Rusia, tenemos un cocktail perfecto para la explosión de precios que estamos viendo.
Todo esto no se soluciona con una subida de tipos de interés. Lo único que puede hacer esta subida es hacer financieramente imposibles ciertas transformaciones de la industria y retraer la demanda destruyendo la economía.
Cambiar el modelo energético es lento y costoso. Y por tanto no se puede solucionar de un día para otro. Los precios energéticos van a seguir impulsando la inflación por mucho que suban los tipos, a no ser que suban tanto para destruir suficientemente la economía como para que la demanda energética baje significativamente y con ello los precios.
Al final la salida de esta crisis inflaccionaria va a tener más que ver con la capacidad de los Estados para abaratar el gas, ya sea con menor consumo, con más buques de transporte de gas licuado, con más centrales de regasificación, volviendo a quemar carbón o interviniendo los mercados de generación eléctrica, que con los tipos de interés.
Fuente: El Blog Salmón