Lanzarote, la isla espejo – Houdinis

Un día de 1993, el escritor y premio Nobel portugués José Saramago y su compañera, la periodista Pilar del Río, finalizaron la construcción de su refugio en el pueblo de Tías, donde ya vivían los hermanos de Pilar, con hermosas vistas al mar y un terreno con cientos de posibilidades. Plantaron árboles, según Saramago, “dejándose llevar por sus emociones”: palmeras y pinos canarios, dos membrilleros y un olmo en honor a su sobrino Olmo, además de varios olivos traídos desde Portugal. El gesto de Saramago confirmaba Lanzarote como espejo de nosotros mismos, donde la naturaleza es capaz de susurrar nuevas verdades en nuestro interior.  

Amanecer en El Charco de San Ginés

La luz dorada proyectada entre las barcas de colores de El Charco de San Ginés, las calles volcánicas de Yaiza, los verdes y rojos del Charco de los Clicos… Lanzarote es una explosión de colores que se calma con los murmullos de las palmeras acariciadas por los vientos atlánticos.
Todos los elementos de Lanzarote parecen conspirar para atraerte y reconectar con la naturaleza a través de experiencias y momentos que van más allá del abecé turístico de siempre.

Contraste de colores en el Charco de los Clicos

El artista César Manrique no podía estar equivocado cuando se asomaba a los rincones más insospechados, ya fuese un solar de lava o un cactus solitario, para darle el valor que merecían sus coordenadas. Manrique no solo potenció las conversaciones entre naturaleza y arquitectura, sino que convirtió Lanzarote en precursora de un turismo sostenible que hoy podemos experimentar en lugares emblemáticos como los Jameos del Agua o el Mirador del Río, el mejor balcón a la Isla de La Graciosa. Allí, en las calles de arena de Caleta de Sebo, el silencio acompaña las confesiones de los viejos volcanes.  

El Mirador del Río, una de las creaciones de César Manrique en Lanzarote

Como los campos de lava, también necesitamos regenerarnos después de la destrucción, ya sea surcando cultivos de vid en bicicleta, buceando en fondos marinos de mil peces de colores o con una tabla de surf, ¡ay el surf! Lanzarote es agua, deporte y renacimiento. Escalemos hasta los volcanes dormidos, escuchemos lo que las grietas de Timanfaya tienen que decirnos. Nuestro destino parece encriptado en cada rincón de la isla canaria y, al igual que Saramago, aquí es posible reconectar con todo aquello que olvidamos, ventilar el alma y  aguardar a que broten cactus llenos de flores.

Surf en las playas de Teguise

Este año podríamos hablar del primer verano, del verano post-pandemia, del verano del carpe diem. Pero en Lanzarote se le llama verano eterno, a juzgar por sus postales y todos sus eventos. Desde los mejores manjares a degustar hasta sus propuestas en actividades deportivas, Lanzarote también celebra el 16 de noviembre el centenario de José Saramago con un programa de acciones a lo largo de todo el año siempre, eso sí, con un café de bienvenida, como siempre hacía el autor. No planees, no te adelantes, deja que el sol y la vitamina D hagan el resto. Porque podrán quitarnos todo, pero como bien dijo Saramago “nadie me podrá quitar el aire de Lanzarote”. 


Fuente: Houdinis

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