Fundada en 1855 por el pastelero personal de la reina María Cristina de Borbón, Dámaso Maza, oriundo de La Rioja, de ahí el apodo con el que se le conocía y que da nombre al establecimiento.
El fundador no tuvo descendencia por lo que el negocio pasó a mano de sus dos maestros pasteleros, que, a su vez, unieron en matrimonio a sus hijos para asegurarse la perpetuidad de la unión personal y laboral. Así se han mantenido durante siete generaciones hasta que los actuales propietarios, como pasó con Dámaso Maza, lo recibieron de sus jefes por falta de descendencia.
Un Lugar Con Mucha Solera
A lo largo de sus más de ciento cincuenta años sus cuatro paredes han visto desfilar ante sí numerosas figuras ilustres, desde la propia reina María Cristina, que gustaba de visitar y degustar allí los dulces, hasta grandes literatos como Jacinto Benavente.Su decoración interior apenas se ha visto alterada en este siglo y medio, salvo por la inclusión de alguna vitrina más moderna y el cambio en los años cincuenta del siglo XX del suelo de tarima por mármoles de excelente calidad. Aun se conserva el horno primigenio de leña, ahora en desuso, así como la caja registradora y báscula antiguas. Éstas últimas, a la espera de que les vuelvan a hacer un hueco en el nuevo salón de té, aunque esta vez para ser admiradas y no para darles más trabajo del que ya cumplieron.
Grandes Tesoros
Aunque de pequeñas dimensiones en el interior se crean y guardan grandes tesoros. Lo que primero que llama la atención al visitante, sin duda, son las estrechas vitrinas del escaparate, repletas de suculentos dulces. Una vez pasado el trance, el que se adentra en la pastelería puede seguir deleitándose con una amplia variedad de dulces.Pero es entonces cuando empiezan a ver otros tesoros como son la decoración de estucados en el techo, las lámparas y apliques isabelinos, y, sobre todo, los magníficos mostradores y vitrinas de la tienda, construidos por ebanistas de palacio con caoba traída de Cuba, cedidos por la reina María Cristina, ricos bronces y mármoles de Carrara.
Salón de Té
Lo que en un principio don Dámaso proyectó como un íntimo rincón con dos veladores para los clientes más selectos y habituales de la pastelería, pasó a ser en la década de 1990 un coqueto salón de té reclamado por la cada vez más fiel y abundante clientela.Con sus escasas nueve mesas se consiguió satisfacer los placeres más dulces de todos cuantos en él se adentraban. La calidad de los productos y el ambiente familiar pronto hicieron que la capacidad del salón fuese insuficiente, por lo que en la actualidad se ha ampliado el espacio sin perder un ápice de su esencia original. De este modo se ha conseguido acoger a un mayor número de clientes que seguían reclamando un espacio para acudir con sus amigos y familiares, que en muchos casos, ya son varias las generaciones que acuden a degustar los productos de El Riojano en este acogedor salón.
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