El Palacio Real de El Pardo es la Residencia Oficial de Jefes de Estado Extranjeros desde 1983 y sus orígenes como cazadero real están vinculados al Monte de El Pardo. Es un edificio vinculado estrechamente a la historia de España. Mandado construir por el Emperador Carlos V en el siglo XVI y que en el siglo XVIII fue ampliado por mandato de Carlos III. Hay que destacar su entorno, ya que está rodeado por el Monte de El Pardo, espacio natural de extraordinario valor, considerado como el bosque mediterráneo más importante de la Comunidad de Madrid.
Es la residencia de los Jefes de Estado extranjeros de visita oficial en España.
El monte del Pardo era apreciado como cazadero por los reyes de Castilla en el siglo XIV, y ya desde el XV existía aquí un pequeño castillo, edificado por Enrique III y Enrique IV en el emplazamiento del palacio actual.
Carlos V ordenó su completa reedificación encargándosela a Luis de Vega, que realizó un pequeño alcázar tradicional español cuadrado con torres sobresalientes en las esquinas y todo rodeado por un foso, siguiendo el estilo plateresco castellano, como muestran la portada principal y las galerías del patio, donde los escudos y emblemas evocan al Emperador.
El palacio fue terminado por Felipe II, que introduce aquí por primera vez las techumbres de pizarra a la flamenca, con altos caballetes y chapiteles, y que decora su interior al modo italiano con importantes frescos y con la galería de retratos, donde se reunían obras maestras de este género debidas a Tiziano, Antonio Moro y sus discípulos. Pero un incendio en 1604 destruyó completamente toda esa decoración salvo la sala de Gaspar Becerra en la torre suroeste.
Felipe III encargó la reedificación a Francisco de Mora e intentó mantener el espíritu de su padre con abundante decoración al fresco, destacando entre los conservados los techos de Carducho y Cajés. A su vez, Felipe V alteró completamente el interior para poder albergar a toda la corte, puesto que vivía aquí tres meses de invierno.
Por el mismo motivo Carlos III ordenó ampliar esta residencia, encargando a Sabatini que duplicase el palacio existente haciendo un patio igual (Borbones) al que ya existía (Austrias) y con otro más pequeño en medio para el paso de las carrozas.
Los Borbones, especialmente Felipe V y Carlos III, utilizaron este palacio sistemáticamente como residencia durante los meses de enero, febrero, marzo y parte de abril. De su uso invernal deriva el encargo de importantes series de tapices; bajo Carlos III, Goya, los Bayeu y otros pintores realizaron los modelos o cartones para estas tapicerías realizadas en la madrileña Real Fábrica de Santa Bárbara.
Carlos IV dejó de residir anualmente en El Pardo y mandó llevar a San Lorenzo de el Escorial varias series de paños que quedan desde entonces desunidas. Fernando VII volvió a decorar el palacio con otras tapicerías.
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